Juan Ramón García, «Coviñas»: «Ardeume o meu barco no Gran Sol, puidemos morrer dezaseis homes»

Melissa Rodríguez
Melissa Rodríguez CARBALLO / LA VOZ

MALPICA DE BERGANTIÑOS

Ana García

Lobo de mar | Este patrón de Malpica empezó con 13 años al mar y con 68, el verano pasado, aún hizo una marea

09 sep 2023 . Actualizado a las 04:50 h.

Juan Ramón García Otero, conocido por Coviñas (Malpica, 1954), es historia viva de la pesca en Galicia. Suma más de cuarenta años de experiencia en el Gran Sol, que fue el caladero que más surcó durante toda su trayectoria como profesional del mar. Desde siempre tuvo claro que quería ser patrón de barco y no paró hasta conseguirlo. De hecho, con solo 13 años ya se lanzó al océano. Eso sí, empezó en un cerquero.

Mamó el oficio desde pequeño en la villa que lo vio nacer. «Todos os nenos tiñamos a ilusión de que nos chegase o momento para ir ao mar. Era o que había naqueles tempos en Malpica. Tamén era importante ir gañar uns cartos para axudar na casa», recuerda. Él se crio muy cerca del muelle, en la zona de la Fonte Vella. Su abuelo, sus tíos y su padre eran marineros. Sus dos hermanos varones también siguieron el oficio.

Desde su primera experiencia a bordo del José Juan, apuntó maneras, pues descubrió que lo suyo no era la terrafa. «No inverno non se ía ao mar e a min gustábame estar activo», comenta. Así, se cambió para «o día». Formó parte de la tripulación del María Cristina, en el puerto malpicán, cuatro años. «No pobo só eramos eu e dous chavales máis andando ao palangre. Todos estaban no cerco», matiza. Volvió a esta arte, pero con 18 años ya le surgió la oportunidad de ir al Gran Sol, y no lo dudó. «Eran quince mil pesetas cada mes», dice entre risas. Por aquel entonces aún no se descargaba en Irlanda: «Eran viaxes de dez, doce ou quince días, ir e vir ata acabar a campaña», explica. Así echó seis meses en el arrastrero Soñeiro, de A Coruña. Iba de marinero, pero ya con la ambición de ser patrón. En esa marea ya recibió importantes lecciones de cara a conseguir su objetivo. «Faciamos gardas de dúas horas co patrón. Eu empecei a preguntar que era o compás, porque aínda non había GPS, e desde aquela, o patrón xa me chamaba a calquera hora», relata.

Ana García

Apresados casi tres semanas

Su aventura hizo un alto en el camino, no le quedó más remedio, pues con 19 años tuvo que realizar de manera obligatoria, durante 18 meses, el servicio militar en la Marina. Una vez finalizado ese tiempo, ya enganchó con los estudios en la Laboral de O Burgo para «quitalos nomeamentos». Tenía que «ter días de mar para que o título fose oficial», narra. En el año 1979, en plena «febre na comunidade de ir ao pincho», asegura, embarcó en el Molares Álvarez. En el Isla de San Ciprián, ya fue de segundo patrón, aunque en realidad, hacía de primero, según traslada. «Simplemente o que ía de primeiro, mandaba a onde ir», apunta. Lo cierto es que estuvieron «apresados case tres semanas en Galway, Irlanda» al ser localizados en «augas prohibidas por unha patrulleira». «Puxéronlle unha sanción ao armador, que se veu envolto nun problema financeiro... Finalmente, o barco vendeuse», afirma.

Aún recorrió otras embarcaciones hasta que en el 1982 figuró, por vez primera, en los papeles como primer patrón. Ocurrió en el Costa de Inglaterra, con base en Vigo. Doce años después, compró con un socio el Mar Tigre, un buque inglés de 34 metros de eslora y 294 toneladas de registro bruto. Fueron ocho años de muy buenas capturas de merluza y, también, maruca, con la base en el puerto de A Coruña. Hasta que en el 2000 tuvo una gran pérdida: «Ardeume o meu barco no Gran Sol, puidemos morrer dezaseis homes», empieza contando.

«Chega a estar un minuto máis alí e morría»

Eran las dos de la madrugada y estaban terminando de levantar el aparejo. «O contramestre berroume: ‘‘Coviñas! Sae moito fume polo túnel de estribor!'' Baixei amodo e vin que viña do camarote do motorista. El estaba dentro. Podía haber unha explosión. Abrín a porta e vin que saía da cámara da parede. No teito había un cadro eléctrico. Seguramente todo empezou cun curtocircuíto», relata, a lo que añade: «Xa nos parecía que o compañeiro estaba morto porque non viña en si. Fixémoslle reanimación e foi vindo, pero creo que chega a estar un minuto máis alí e morría. A continuación, aquilo estourou en lapas. Propagouse de tal maneira que ardeu a sala de máquinas. Intentamos apagalo, pero cada vez ía a máis. A miña reacción foi: ‘‘Todo o mundo para a cuberta!'' Era o sitio máis seguro. E lancei a sinal de socorro dicindo que iamos abandonar o barco porque podía haber explosións nos depósitos dos gasóleos».

El testimonio de Juan Ramón sobrecoge. Recuerda cada instante de la fatídica velada.

Anduvo a la gata y navegó por la costa de Marruecos y Mauritania

«Un mariñeiro portugués quería ir ao camarote, entendo que por obxectos persoais e diñeiro, e non lle deixei. Armamos as tres balsas amarradas e coa radiobaliza. Eu fun o último en abandonar o barco. No meu camarote na ponte, tiña 700.000 pesetas para pagar aos mariñeiros. Estiven agarrando a porta, dubidando, e ao final cuspinlle. ‘‘Que lle dean!'', dixen», cuenta.

A la media hora de estar en las balsas, una avioneta los localizó. «Eran as tres-catro da mañá, xa. Dous helicópteros viñeron máis tarde. Un arrastreiro que escoitara o aviso veu a xunta nós e subimos por unhas escaleiras. Despois, un a un, subíronnos en helicóptero e leváronnos para Irlanda a un centro sanitario», añade. A las siete de la mañana, después de que el Mar Tigre «se fartase de arder», dos patrulleras lo remolcaron a puerto. El desastre sucedió a 120 millas al oeste de Irlanda, describe Coviñas, quien apunta que el seguro les cubrió «todo».

«Anécdotas hai moitas no Gran Sol. Alí pasa de todo», dice. Ya antes, en el 1988, a bordo de otra nave, pilló un gran temporal al querer entrar en un puerto. «Rompeunos as antenas. Tivemos que dar volta», recuerda. Otros accidentes cercanos, con numerosas muertes, le tocó vivir a este hombre que también anduvo a la caza de la gata, navegó por la costa de Marruecos y Mauritania, y al norte del Gran Sol. Después se pasó a la volanta.

Más de veinte buques

Lo cierto es que recorrió más de veinte buques, que cita uno a uno. Y es que aunque a los 58 años, en el 2012, se jubiló, se volvió a dar de alta hasta el 2015. Y aún no satisfecho, hasta el verano pasado incluido, siguió haciendo relevos en el estío para cubrir las vacaciones ante la «falta de relevo existente». Lo hace con mucha ilusión por sus compañeros del sector, dice, a los que les desea «sorte». Así, lo conocen en Burela, Celeiro, Ribeira... ¡Y aún no piensa en la retirada definitiva!