La Virgen María en el año liturgico

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La Virgen María en el Año Litúrgico

Las celebraciones en honor de la Virgen María son de particular importancia en la vida de la Iglesia, por eso, nos parece necesario reflexionar sobre esta temática dentro del ámbito de la liturgia. Vamos a intentar profundizar en su sentido y significado. “En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo”: la Virgen no tiene un año litúrgico propio, su memoria entra lógicamente en los misterios de Cristo, especialmente en el misterio de su Encarnación, y en el misterio de su Pascua. El ciclo mariano entra en el ciclo cristológico ratificando así la estrecha vinculación de María con su Hijo Jesucristo. Para su exposición lo haremos en dos momentos, en la primera parte trataremos el tema mariano dentro del año litúrgico, luego en la segunda parte señalaremos las principales fiestas y su celebración. Acerquémonos como hijos de María en el orden la gracia a nuestra reflexión de esta tarde


PRIMERA PARTE: LA VIRGEN MARÍA EN EL AÑO LITÚRGICO Pbro. Carlos E. Trinidad G. 1. El Tiempo Litúrgico: Tiempo Cósmico, bíblico, litúrgico El Tiempo Litúrgico o Año Litúrgico es un sector específico del estudio de la liturgia en todos sus numerosos componentes (Historia, Teología, Celebración, Pastoral, Espiritualidad) Desde el punto de vista de la liturgia como celebración, es a la vez una dimensión del misterio de Cristo celebrado y está también unido con todas las otras celebraciones litúrgicas, especialmente con la Eucaristía y la Liturgia de las Horas. En efecto, no hay celebración eucarística o de alabanza divina que no esté de algún modo relacionada con el año litúrgico y no existe celebración del año litúrgico que no se exprese a través de la celebración eucarística, de los sacramentos y de la oración litúrgica. El tiempo litúrgico de la Iglesia tiene su fundamento en la misma realidad del tiempo cósmico, con sus estaciones, el ritmo de los días, las semanas, los años. Acoge la dimensión bíblica del tiempo como espacio sagrado lleno de la presencia del Señor de la creación y de la historia. El ritmo de los días y de las estaciones revela al Dios Creador, la celebración de los acontecimientos de la historia de la salvación es memoria del Dios presente en la vida de Israel. El tiempo cósmico y tiempo bíblico dan al tiempo del hombre el carácter de una presencia salvadora, del momento del encuentro, de la memoria salvífica. El tiempo litúrgico llena de sentido con sus celebraciones el tiempo de la Iglesia en camino hacia la patria celestial y le hace saborear la presencia del misterio y de los misterios de Cristo. 2. El Año Litúrgico en la Sacrosanctum Concilium Para orientar la teología del año litúrgico es necesario tomar como punto de referencia algunos textos del a Sacrosanctum Conciliun (= S.C.) • El misterio de Cristo en el año litúrgico ( SC 102) “La santa madre Iglesia considera deber suyo celebrar con un sagrado recuerdo en días determinados a través del año la obra salvífica de su divino Esposo. Cada semana en el día que llaman del Señor, conmemora su resurrección, que una vez año celebra también, junto con su santa pasión, en la solemnidad de la Pascua. Además, en el círculo del año desarrolla todo el misterio de Cristo, desde la Encarnación y la navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor.

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Conmemorando así los misterios de la redención, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación” • El misterio de la Virgen María en el año litúrgico (SC 103) “En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en ella, la Iglesia admira y contempla el fruto más espléndido de la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser “. • Complejidad de elementos del Año litúrgico (SC 105) Por último, en diversos tiempos del año, de acuerdo con las instituciones tradicionales, la Iglesia completa la formación de los fieles por medio de ejercicios de piedad espirituales y corporales, de la instrucción, de la plegaria y las obras de penitencia y de misericordia” La Iglesia, pues, a través del tiempo litúrgico, no solamente celebra el misterio, sino que completa los aspectos de la evangelización, de la ascesis penitencial, de las obras de caridad, de los ejercicios piadosos, de la religiosidad popular. 3. Estructura del Año Litúrgico • Ciclo Pascual + Cuaresma + Tiempo Pascual • Adviento • Tiempo de Navidad • Tiempo Ordinario 4. LA VIRGEN MARÍA EN EL AÑO LITÚRGICO La iglesia celebra el misterio de María en el amplio espacio del año litúrgico: en este kairós sacramental despliega toda su fuerza el misterio de Cristo y halla lógicamente espacio la memoria de la Madre de Dios que está indisolublemente unida a la obra salvífica del hijo. No tenemos, por tanto, un ciclo mariano autónomo: el tiempo de Cristo y del Espíritu, que es el año litúrgico, prevé momentos privilegiados en los cuales se celebra de un modo más o menos peculiar el recuerdo de la presencia de María en la economía de la salvación. El recuerdo de María hay que buscarlo sobre todo en los tiempos litúrgicos particulares y en aquellas solemnidades y fiestas del Señor que guardan una relación especial con ella.

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En un segundo momento, el significado de las solemnidades, fiestas y memorias explícitamente marianas se recoge dentro de la armonía del único año litúrgico del Señor, en cuanto ellas celebran episodios que, ya preceden a la Navidad del Señor, (como el Nacimiento del María y su presentación en el templo), ya sigan a Pentecostés (como el caso de la Asunción), pertenecen a la misma economía de la salvación. Para adquirir una visión global de la presencia de María en los diversos períodos del año litúrgico, es preciso hacer referencia a tres libros fundamentales de la liturgia renovada: • el misal romano, para la eucología de la misa; • los leccionarios, para la liturgia de la palabra; • la liturgia de las Horas, para los otros elementos de la oración eclesial lecturas bíblicas y patrísticas, himnos, antífonas, preces e intercesiones). 5. La presencia de María en el ciclo temporal El hecho de que se introduzcan memorias de la Virgen en el año litúrgico pone en evidencia el vínculo estrecho que existe entre la Madre y los misterios del Hijo. En el ciclo litúrgico son evidentemente privilegiados, bajo el aspecto mariano, los períodos que recuerdan la espera del Señor y su nacimiento (tiempo de Adviento y de Navidad), mientras que es menos vistosa la memoria de María en el ciclo de Pascua, en su preparación cuaresmal y en su prolongación hasta Pentecostés, a diferencia de cuanto ocurre en las liturgias orientales, donde el recuerdo de de María se distribuye de un modo más equilibrado a lo largo del año. En el tiempo de Adviento La Marialis cultus de Pablo VI enuncia sintéticamente la importancia de este tiempo: “ Así durante el tiempo de Adviento la liturgia recuerda frecuentemente a la santísima Virgen, sobre todo en las ferias del 17 al 24 de diciembre., y más concretamente en el domingo anterior a la Navidad, en y se leen los episodios evangélicos relativos al nacimiento inminente de Cristo y del precursor” ( M.C.3). En el tiempo de Navidad La evidente riqueza de referencias a María contenidas en los evangelios de este tiempo, que narran el nacimiento del Salvador y los episodios que le siguen, hacen del tiempo de navidad “una prolongada memoria de la maternidad divina, virginal, salvífica de aquella que, conservando intacta su virginidad, dio a luz al Salvador del mundo” (MC 5) En el tiempo pascual en su preparación cuaresmal La exhortación MC guarda silencio sobre la presencia de María en los ciclos de Cuaresma y de Pascua. Es cierto que la presencia de la Virgen en la liturgia cuaresmal y pascual no es tan evidente como la de Adviento y de Navidad. En la liturgia cuaresmal, las referencias a la Virgen son más bien escasas, reducidas a alguna mención en las preces de Vísperas. Pero la presencia implícita de María, sugiere leer también en este silencio tan discreto la ejemplaridad de María para la Iglesia, que va caminando hacia la Pascua en la escucha atenta de la Palabra, en el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios, en la gran per-

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egrinación de la fe: en María tenemos un modelo para vivir la preparación a la Pascua como discípulos de Cristo, es decir, para llegar con ella a la cruz y a la resurrección. En el tiempo Ordinario La memoria cotidiana de la Virgen tiene lugar en la plegaria eucarística de la misa y en la Liturgia de las Horas. Recordemos que el cántico del magnificat inspira, en algunos de sus motivos, la oración conclusiva de Vísperas de las cuatro semanas del salterio. La memoria de los sábados es la que da al ritmo de la semana una impronta mariana, ya sea mediante la celebración votiva de santa María en sábado con sus textosrespectivos, ofrecidos por el Misal y por la Liturgia de las Horas, ya sea mediante otros elementos significativos, como la oración conclusiva de Nona y la bella letanía de preces de laudes del sábado de la tercera semana. (MC 12-13). 6. Conclusión: Ejemplaridad de María para la iglesia orante La gran novedad de la reflexión teológica postconciliar sobre las relaciones de María con la iglesia en la liturgia consiste en haber plasmado este principio: La Virgen es modelo de la iglesia en el ejercicio del culto divino. La intuición se funda esencialmente en dos datos teológicos ya señalados: a) La presencia activa de María en el misterio de Cristo; b) Su ejemplaridad para la Iglesia. Estos dos datos se hallan ampliamente explicados en el Capítulo 8 de la LG y en el numeral 103 de la SC. Pablo VI presenta a María como modelo de la iglesia en el orden la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo. Que son las actitudes interiores con las cuales la iglesia, esposa amadísima, invoca a su Señor, y por su medio rinde culto al Padre eterno (MC 16). SEGUNDA PARTE LAS CELEBRACIONES MARIANAS EN EL CALENDARIO LITÚRGICO

Pbro. Juan Gregorio Mendoza

1. Solemnidades y fiestas del Señor con contenido mariano a) La Anunciación del Señor (25 de marzo) La fecha de la celebración hace referencia a los nueve meses de gestación antes de la solemnidad del nacimiento del Señor, fijada por la iglesia Occidental el 25 de diciembre. Consignamos aquí la síntesis que ofrece la Exhortación Marialis cultus 6: “Para la solemnidad de la Encarnación del Verbo, en el Calendario Romano, con decisión motivada, se ha restablecido la antigua denominación -Anunciación del Señor-, pero la celebración era y es una fiesta conjunta de Cristo y de la Virgen: el Verbo que se hace «hijo de María» (Mc 6, 3), de la Virgen que se convierte en Madre de Dios. Con relación a Cristo, el Oriente y el Occidente, en las inagotables riquezas de sus Liturgias, celebran dicha solemnidad como memoria del «fiat» salvador del Verbo encarnado,

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que entrando en el mundo dijo: «He aquí que vengo (...) para cumplir, oh Dios, tu voluntad» (cf. Hb 10, 7; Sal 39, 8-9); como conmemoración del principio de la redención y de la indisoluble y esponsal unión de la naturaleza divina con la humana en la única persona del Verbo. Por otra parte, con relación a María, como fiesta de la nueva Eva, virgen fiel y obediente, que con su «fiat» generoso (cf. Lc 1, 38) se convirtió, por obra del Espíritu, en Madre de Dios y también en verdadera Madre de los vivientes, y se convirtió también, al acoger en su seno al único Mediador (cf. 1Tim 2, 5), en verdadera Arca de la Alianza y verdadero Templo de Dios; como memoria de un momento culminante del diálogo de salvación entre Dios y el hombre, y conmemoración del libre consentimiento de la Virgen y de su concurso al plan de la redención”. b) La Presentación del Señor (2 de febrero) La fecha de su celebración ha sido fijada según un criterio cronológico. Se ubica cuarenta días después del nacimiento del Señor. Esto lo comprendemos más fácilmente si recordamos que, en la ley judaica, la mujer debía presentarse en el templo para su purificación, cuarenta días después del parto, si el hijo era varón, y ochenta si era mujer. Al igual que su Hijo santísimo, María da ejemplo de fidelidad a las leyes rituales del judaísmo, aunque es fácil comprender que su concepción inmaculada y su plenitud de gracia le dispensaban de esta ley. La liturgia de la luz, que abre la celebración con la bendición de candelas, pretende ritualizar la idea del cántico de Simeón contenida en el Evangelio: Cristo es la luz de las naciones. María se presenta en actitud de ofrecer al Hijo, portadora de la Luz que es Cristo, compartiendo con él los sufrimientos de aquél que será signo de contradicción. También esta fiesta entra dentro del dinamismo de la Encarnación, en tensión hacia el misterio pascual, y subraya la presencia activa de María : “la fiesta del 2 de febrero, a la que se ha restituido la denominación de la Presentación del Señor, debe ser considerada para poder asimilar plenamente su amplísimo contenido, como memoria conjunta del Hijo y de la Madre, es decir, celebración de un misterio de la salvación realizado por Cristo, al cual la Virgen estuvo íntimamente unida como Madre del Siervo doliente de Yahvé, como ejecutora de una misión referida al antiguo Israel y como modelo del nuevo Pueblo de Dios, constantemente probado en la fe y en la esperanza del sufrimiento y por la persecución” MC 7 2. Tres solemnidades que celebran los dogmas marianos Tres dogmas de la Iglesia católica en torno al misterio de la Virgen, Inmaculada desde el primer momento de su concepción, Madre de Dios en su misión salvífica, Asunta al cielo en su destino final al lado de Cristo, primicia de la Iglesia, ha sido asumidos y son celebrados en las siguientes tres solemnidades: a) La Inmaculada Concepción (8 de diciembre) El dogma de la Inmaculada Concepción fue proclamado por el papa Pio IX en 1854. El prefacio de la solemnidad ofrece una síntesis del significado cristológico y eclesial de este dogma mariano. Porque preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo y comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura. Purísima había de ser, Señor, La Virgen que nos diera el Cordero inocente que quita el pecado del

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mundo. Purísima la que, entre todos los hombres, es abogada de gracia y ejemplo de santidad. b) Santa María Madre de Dios (1 de enero) La Marialis cultus 5 nos ofrece el siguiente comentario del contenido de esta fiesta: “En la nueva ordenación del periodo natalicio, Nos parece que la atención común se debe dirigir a la renovada solemnidad de la Maternidad de María; ésta, fijada en el día primero de enero, según la antigua sugerencia de la Liturgia de Roma, está destinada a celebrar la parte que tuvo María en el misterio de la salvación y a exaltar la singular dignidad de que goza la Madre Santa, por la cual merecimos recibir al Autor de la vida; y es así mismo, ocasión propicia para renovar la adoración al recién nacido Príncipe de la paz, para escuchar de nuevo el jubiloso anuncio angélico (cf. Lc 2, 14), para implorar de Dios, por mediación de la Reina de la paz, el don supremo de la paz. Por eso, en la feliz coincidencia de la octava de Navidad con el principio del nuevo año hemos instituido la «Jornada mundial de la Paz», que goza de creciente adhesión y que está haciendo madurar frutos de paz en el corazón de tantos hombres”. c) La Asunción de María (15 de agosto) Este dogma fue proclamado en 1950 por el papa Pio XII. La Marialis cultus 6 sintetiza así el sentido de esta celebración como perfecta configuración de María a Cristo resucitado: “La solemnidad del 15 de agosto celebra la gloriosa Asunción de María al cielo: fiesta de su destino de plenitud y de bienaventuranza, de la glorificación de su alma inmaculada y de su cuerpo virginal, de su perfecta configuración con Cristo resucitado; una fiesta que propone a la Iglesia y a la humanidad la imagen y la consoladora prenda del cumplimiento de la esperanza final; pues dicha glorificación plena es el destino de aquellos que Cristo ha hecho hermanos teniendo «en común con ellos la carne y la sangre» (Hb 2, 14; cf. Gal 4, 4). La solemnidad de la Asunción se prolonga jubilosamente en la celebración de la fiesta de la Realeza de María, que tiene lugar ocho días después y en la que se contempla a Aquella que, sentada junto al Rey de los siglos, resplandece como Reina e intercede como Madre”. 3. Dos fiestas marianas La iglesia celebra con rango de fiesta dos episodios de la vida de María: su nacimiento y la visitación. a) La Natividad de María (8 de septiembre) El origen de esta fiesta está ligado a la dedicación de la Iglesia de la natividad de María en Jerusalén. Las fórmulas revisten carácter de profundo gozo por el nacimiento de quien anuncia al Redentor y el inicio de la salvación. b) La Visitación de María (31 de mayo) Esta fiesta tiene su justificación en el Evangelio según san Lucas (Lc 1,39-45); como episodio que prepara el nacimiento del Salvador, este misterio tiene ya una conmemoración en la semana precedente a la Navidad.

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Dado que, normalmente cae dentro del final del tiempo pascual y en las cercanías de la celebración de Pentecostés, esta fiesta de la Visitación podría ser considerada, como lo sugieren los textos evangélicos, como una especial memoria de la Virgen en su “pentecostés”, bajo el hálito del Espíritu Santo, “arca de la alianza” que antecede a la Iglesia de los primeros tiempos, llena de la Fuerza de lo Alto en el cántico del Magnificat y en el ejerció de la caridad. 4. Las memorias de María El calendario romano presenta también otras ocho celebraciones en honor de María, algunas obligatorias, otras libres. Siguiendo la cronología del año litúrgico las mencionamos brevemente: 1. La Virgen de Lourdes (11 de febrero) 2. Nuestra señora del Monte Carmelo (la virgen del Carmen) 16 de julio 3. La dedicación de la basílica de Santa María Mayor 5 de agosto 4. La memoria de santa María Reina 22 de agosto 5. La memoria de Nuestra Señora de los Dolores 15 de septiembre 6. Memoria de la virgen del Rosario 7 de octubre 7. La presentación de María en el templo 21 de noviembre 8. Memoria del Corazón inmaculado de maría (sábado siguiente a la solemnidad del Sagrado Corazón) Conclusión En la memoria y veneración de María convergen válidos motivos teológicos: la cooperación de María en la obra salvífica de Cristo y del Espíritu, como humilde sierva del designio del Padre; la ejemplaridad para la Iglesia, que debe inspirarse en sus sentimientos en el ejercicio del culto divino; el gozo de contemplar en María el fruto más excelso de la redención, pero también la mujer nueva, la humanidad que ha colaborado con el designio salvífico; la esperanza y el consuelo que ofrece su figura, glorificada al lado del Hijo, síntesis de cuanto la liturgia promete y ofrece anticipadamente en su dimensión escatológica. En las dimensiones de la litúrgica, que hacen memoria del pasado salvífico, que lo actualizan hoy y aquí, y que anticipan el futuro, María está presente en el misterio de Cristo, y su presencia en la liturgia es para la Iglesia motivo de esperanza de vida futura y de compromiso en la vida presente. Así la Virgen aparece íntimamente ligada a la Historia de la Salvación que se realiza en la liturgia. Pero en la liturgia y en la proyección caritativa que de allí brota, aparece hoy, más que nunca, el rostro mariano de la Iglesia de Cristo.

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